¿Qué hay detrás de un Verdadero Líder?
Jan 31, 2024Hay cientos de voces ruidosas, confusas y, en algunos casos, poco coherentes, esto hace que el papel de las personas en roles visibles sea vital. Su nivel de exposición les permite conectar con posibilidades como guiar, inspirar, motivar y empoderar, pero también puede llevarlos a destruir, anular, despistar o confundir, por nombrar algunas.
Como hemos discutido antes, sabes que no se trata solo de palabras bonitas, presentaciones atractivas, un gran espectáculo o parafernalia. Nos referimos a las acciones y a la sostenibilidad que tienen cada uno de tus pasos.
Si quieres profundizar en el tema de la autenticidad te invito a leer acá el artículo "Deja de hacer lo mismo".
Por esta razón, y consciente de la gran responsabilidad que conlleva, he seleccionado algunas características que te ayudarán a evaluar cómo estás haciendo tu tarea. Pero ten en cuenta que si nada de lo que has leído hasta ahora te suena familiar es momento de detenerte para no invertir tu tiempo en algo que quizás no te sea útil.
El despertar del líder fallido
Las realidades que llegan a Think & Talk nos permiten encontrar ejemplos perfectos para compartir estas conversaciones contigo. Hace algún tiempo, recibimos una solicitud de un equipo de Recursos Humanos. Su objetivo era tener una conversación con alguien que se consideraba un líder nato, un diálogo que nos permitiera entender una serie de retos y diseñar un camino para desarrollar sus habilidades de comunicación.
Como sabes, en Think & Talk creemos que "un cafecito no se le niega a nadie", especialmente cuando se trata de poner al servicio de otras personas toda nuestra experiencia en comunicación consciente. Una vez establecimos las conexiones, pusimos en marcha la reunión.
Me encontré con una persona que desde joven se destacó por su capacidad de oratoria y que trabajaba incansablemente para adquirir técnicas de persuasión. Esto le hacía pensar que estaba más que listo para ser un gran líder, pero pronto se daría cuenta de que esto no se trata simplemente de seguir un manual.
Nuestro aliado corporativo nos había preparado y, sin entrar en detalles innecesarios, nos mostró que, a medida que avanzaba en su carrera, esta persona se enfrentaba a diferentes dificultades.Una de ellas era la ausencia de una visión clara, y, por lo tanto, compartida con su equipo.
Estaba guiando con metas vagas y mensajes sin profundidad que no servían de motor ni de inspiración. Esta fue una de las señales de urgencia que su propio equipo transmitió debido a su falta de rumbo, lo que se reflejaba en los malos resultados.
A medida que avanzaba la conversación, era evidente que, a pesar de su habilidad para hablar, carecía de empatía genuina. Su persuasión provenía de las técnicas aprendidas, no era auténtica. Sus afirmaciones eran vacías y sus interacciones se sentían forzadas. Esto suele ocurrir cuando dejamos nuestras habilidades estructurales en manos de un manual en lugar de activar la consciencia.
Dentro de los insumos que teníamos, lo que más preocupaba tanto a la organización como a nosotros era el descuido de sus valores y de algunos parámetros éticos.
ADVERTENCIA: no estamos aquí para calificar ni clasificar, te invito a permanecer en modo aprendizaje.
Esto nos permitió comprender que la búsqueda de resultados rápidos lo había llevado a una serie de errores que hoy le pasaban una factura muy costosa y dolorosa, traducida en la falta de confianza de algunas personas de su equipo. No necesitamos hablar del costo reputacional que esto podría causar y de los desafíos que enfrentaba si realmente quería reconstruir el respeto.
Su afán y la presión natural de cualquier organización lo llevaron a tomar decisiones de manera unilateral, a marginar a personas valiosas de su equipo y de otras áreas, con la velocidad como motor y sin pensar en la eficiencia ni en otros aspectos críticos. Esto se empezó a reflejar en su aislamiento y en su falta de motivación para trabajar con, por y para su equipo.
La cereza en el pastel de esta difícil realidad fue lo que conectó con una especie de llamada de emergencia de la compañía, que realmente veía en él un potencial, pero que se enfrentaba a todas estas realidades: los altibajos emocionales, el maltrato a su gente con la excusa de la presión y una inteligencia relacional muy limitada que hacía que sus palabras de "liderazgo de manual" se convirtieran en flechas en su contra y generaran grandes conflictos con su equipo.
Si analizas estos cinco aspectos, podrías darte cuenta de que podrían haberse evitado. Sin embargo, para lograrlo, se requieren dos recursos: primero, ser conscientes de la relevancia de cada uno de ellos y de cómo están presentes en nuestra realidad individual; segundo, cambiar el ego por la apertura, sumado a la capacidad de escuchar para aprender y ajustar.
Documentando esta historia, recuerdo que alguien en un taller con líderes me reclamaba "que no se podía ser cien por ciento vulnerable ni totalmente coherente". No sé qué opinas al respecto, pero te aseguro que solo con esa afirmación la persona ya estaba más cerca de vivir esta historia y muy lejos de la siguiente que te voy a contar.
El líder innato
Antes de continuar con lo que aprendo de las personas que acompaño, te quiero recordar que tu misión es filtrar, discutir y debatir lo que comparto contigo. Esto no es un manual, un conjunto de pasos o consejos, es una cuestión de consciencia y de estar seguros de que es posible, si realmente lo entendemos y lo interiorizamos; te pido que por favor no lo tomes todo sin cuestionar.
En un programa muy especial de estímulo al talento de una empresa mediana centroamericana, me pidieron acompañar a una persona que durante varios años había ganado una especie de concurso en el que todos los colaboradores y proveedores de la compañía evaluaban al mejor empleado.
Como los prejuicios y los sesgos también existen en mi cabeza, esperaba encontrarme con algún gran ejecutivo, con una extensa carrera y un título de alto nivel. Me conecté a mi reunión de Google Meet muy temprano en la mañana, preparé la cámara, revisé el sonido y, en ese momento, la persona citada pidió acceso a la videollamada.
Ví a alguien que, por sus expresiones y postura, evidenciaba una vida rica en experiencias. Oí voces detrás de él que le preguntaban si se encontraba cómodo y si podía ver y escuchar bien. Asumí que era por alguna falla técnica y confirmé que todo estaba funcionando con un saludo y las preguntas habituales: "Buenos días XX, ¿me escucha y me ve bien?", la voz suave y profunda me contestó con mucha serenidad: "Buenos días, sí señora, gracias".
En ese momento, sin saberlo, inicié una conversación encantadora como pocas, que me haría casi adicta a estas sesiones. Te explicaré algunas de las razones por las que esto ocurrió.
Sin extenderme en su currículum, esta persona llevaba un poco más de veinte años en la organización, era oriunda de un pequeño pueblo de su país y sus únicos diplomas o certificados eran los que había obtenido tras ganar durante varios años consecutivos este reconocimiento de la empresa.
Era testigo del paso de varias generaciones y, al ser esta una compañía de origen familiar, esto incluía el apoyo a los fundadores y a sus sucesores, quienes encontraban en esta persona no solo un reconocimiento especial por parte de los empleados, sino también un nivel de compromiso exponencial con "quienes le habían dado todo a él y a su familia".
Como estas conversaciones cuentan con una preparación previa, yo tenía alguna información general de la compañía para cumplir con la misión de acompañar a esta persona en la presentación de una de las partes esenciales de la planeación, la del compromiso y la conexión con el Talento Humano.
Pero la sorpresa llegó cuando, en pocas, sencillas y precisas palabras, esta persona me entregó una visión impecable de lo que quería transmitir, construida desde su experiencia y desde lo que él veía que podría impulsar a otros a "trabajar con juicio para alcanzar sus sueños".
Su comunicación era natural, llena de su historia y de momentos de verdad que se conectaban fácilmente con la ruta empresarial y con la gente. De vez en cuando incluía dichos locales (que me explicaba con mucha paciencia cuando veía que no los entendía) y frases relacionadas con su núcleo familiar.
No es difícil quedar encantado con una persona que tiene esta maestría, pero, como si fuera poco, era reconocido por su intención permanente de colaborar, lo que evidenciaba una capacidad de escucha activa excepcional. Esto se traducía en cercanía, credibilidad y muchas otras características que las personas destacaban al postularlo para el reconocimiento.
Entendí perfectamente por qué la Presidencia le entregaba un punto tan crítico de su estrategia a esta persona que no necesitaba ningún título ni estudio. Evidenciaba sus valores con una coherencia como pocas y era percibido como alguien confiable, apasionado y comprometido. Sin duda, era el mejor embajador.
Estas características lo llevaron desde el rol de servicios generales hasta ocupar el puesto de embajador, ser vocero en diferentes escenarios y oportunidades, pensando siempre en la manera de ayudar a otros a ver sus capacidades y potenciales, y a construir un ambiente de confianza y colaboración.
Si te estás preguntando si esta es una historia de hadas, la respuesta es no, es una jugada muy estratégica de una organización que vio en un líder natural la capacidad de concertar, emocionar, construir, inspirar y movilizar.
Te comparto estas dos realidades que suelen estar cerca de nosotros, tanto en los contextos personales como profesionales, para que sigamos aprendiendo y revisando cómo están nuestras características y comportamientos. Recuerda que, si quieres hacer de la comunicación un recurso realmente estratégico, debes trabajar en ella todos los días.
Todas las voces pueden trascender; es cuestión de ser voceros auténticos de nuestra misión y propósito, de dejar de lado ideas anticuadas como la autoridad y la necesidad de poder.
Si esto es lo que deseas, te invito a que trabajemos junt@s para que tu voz sea el eco de tus valores, tu visión y tu ética, y la herramienta para guiar a otros hacia la excelencia y el éxito.
Un abrazo,
Paula
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