Hay una capacidad que no puedes seguir postergando, si de verdad quieres transformar … Liderar y pertenecer.
Jun 27, 2025Vamos a partir de un principio: Escuchar no es cortesía, es revolución. No me canso de repetir que nos enseñaron a hablar, a estructurar, a convencer, a responder, pero nadie nos preparó para escuchar de verdad, ni para comunicar.
La mayoría de las personas cree que sabe hacerlo porque puede quedarse en silencio mientras el otro habla, pero si somos muy honestos, eso es algo que llamamos educación y que se traduce simplemente en no interrumpir.
“Escuchar es el acto más radical que puede hacer una persona que lidera, porque implica dejar de ser el centro.”
En tiempos donde todo el mundo quiere decir algo, y pocos están dispuestos a detenerse para escuchar, la verdadera transformación empieza con quién se atreve a callar, para entender y no para preparar su respuesta.
El ego que no calla, no escucha
¿Y si parte de la falla en este aspecto nace del miedo a tener que revisar nuestras propias certezas?
Ya he confesado antes cuanto me obsesiona entender ciertos comportamientos y desde luego la falta de escucha es uno de ellos.
Precisamente indagando para un desafiante cliente que llegó a Think & Talk hace un tiempo me encontré con Lisa Feldman Barrett, neurocientífica experta en percepción emocional, que ha demostrado que interpretamos lo que escuchamos desde nuestros propios esquemas mentales y emocionales, no desde la neutralidad.
Escuchamos lo que creemos que el otro quiso decir, no lo que realmente dijo. Con su investigación, su libro - La vida secreta del cerebro- y otros insumos propios en mano decidí crear un ejercicio de revisión empleando tres recursos esenciales:
1. Las emociones no son reacciones, son construcciones.
Lo que sentimos no es una respuesta automática a lo que pasa, sino una interpretación que el cerebro construye a partir de nuestra experiencia, contexto y cultura.
Esto rompe por completo la idea de que lo que el otro dice “me hizo sentir mal”. Cuando escuchamos, no solo oímos a la otra persona… oímos lo que creemos que quiso decir y ahí es donde todo se distorsiona si no hay conciencia.
Una reflexión: “Lo que escuchas no es lo que el otro dice, es lo que tu cerebro interpreta que está diciendo. Y esa brecha puede ser enorme si no estás presente.”
2. El lenguaje moldea lo que sentimos y lo que podemos percibir.
Las palabras que usamos y entendemos no sólo comunican emociones: dan forma a lo que somos capaces de sentir y notar en los demás.
Este aspecto impacta directamente la escucha porque si no cuentas con palabras para describir lo que el otro siente, tampoco puedes entenderlo del todo y sin esta comprensión, solo reaccionas desde tu perspectiva, no desde el otro.
Otra reflexión: “Escuchar también es ampliar tu vocabulario emocional. Porque si no sabes nombrar lo que la otra persona vive, solo puedes juzgarlo o ignorarlo.”
3. Tu cuerpo y tu contexto definen cómo percibes lo que escuchas.
Tu estado físico (hambre, estrés, cansancio) y tu historia personal modifican radicalmente cómo interpretas lo que otros dicen o hacen. La emoción no viene de afuera, se fabrica dentro de ti.
Esto nos exige humildad y pausa, porque muchas veces creemos que “ la otra parte fue agresiva” cuando en realidad estábamos irritados antes de escuchar. O que “no le importamos” y lo que realmente hay es cansancio de su parte.
Tercera reflexión: “La forma en que escuchas depende más de cómo estás tú… que de cómo habla el otro.”
Todos esto implica domar al ego, porque cuando “escuchas” con el objetivo de rebatir, de completar, de quedar bien o de ganar... en realidad estás dialogando contigo mismo, no con el otro. Te propongo que te tomes el tiempo necesario para hacerlo, vas a entender el orígen de afirmaciones tan agudas como la que hace Chris Voss, exagente del FBI y experto en negociación, él nos lo dice sin rodeos “Las personas más influyentes no son las que hablan más, sino las que saben escuchar estratégicamente.”
El silencio que lo cambió todo
Hace algunos meses en Think & Talk trabajamos con una gerente de talento humano que había perdido la conexión con su equipo. Al igual que en otros procesos encontrábamos que ella había hecho todo “lo correcto”: reuniones semanales, frases motivadoras, canales abiertos, etc, pero su equipo estaba desconectado y con unos retos de ejecución muy importantes.
La acompañé a su espacio de reunión como facilitadora y con el objetivo no solo de observar sino de compartir con su grupo de líderes un poco de esta ConCiencia de comunicación y luego de un par de ejercicios le pedía a ella que en lugar de revisar resultados de la nueva estrategia, hiciera una pregunta simple:
“¿Qué han sentido en estos meses?”
Al parecer algo sencillo, se volvió raro, tanto para ella como para los demás participantes, calculo que todos estábamos contando segundos, cinco, diez, treinta, hasta que alguien se atrevió a hablar y luego otra persona y así una tras otra.
Este espacio, sencillo pero como imaginas desafiante, nos permitió encontrar una respuesta a lo que ocurría: Nadie había sentido que había espacio real para hablar ni ser escuchado hasta ese momento.
Lo que transformó el ambiente no fue la pregunta, fue el silencio posterior, acompañado de la decisión de escuchar sin necesidad de presionar para tener respuestas enseguida o llenar el aparente vacío.
A veces, el liderazgo no se mide por lo que decimos, sino por lo que estamos dispuestos a sostener en silencio.
¿Escuchar te cambia o solo te confirma?
La escucha genuina nos desorganiza un poco por dentro y eso está bien, es más, si hacerlo profundamente, no te incomoda al menos un poco, probablemente no estás escuchando nada nuevo.
Nancy Kline, autora de Time to Think, dice que “El simple hecho de ser escuchado en silencio puede hacer que una persona acceda a sus mejores ideas” , pero eso solo ocurre cuando hay presencia, espacio y respeto, algo que definitivamente no se improvisa: se entrena.
Así es, necesitas entrenar la escucha como se entrena un músculo, ya sabemos que no hay crecimiento real sin preparación, pero la buena noticia es que trabajar en el desarrollo de esta capacidad es volver a lo básico, te propongo verlo así:
Presencia: no puedes escuchar a nadie si no estás allí de verdad.
Intención: no se trata de entender para responder, sino de hacerlo para comprender.
Vulnerabilidad: si lo que escuchas nunca te incomoda, sigues filtrando desde el ego.
Te propongo un ejercicio para conectar con el silencio, una actividad poderosa que puedes empezar hoy.
- Elige una conversación importante esta semana. No tiene que ser difícil. Pero sí significativa.
- Durante esa conversación, práctica estas 3 acciones:
- Haz una pregunta abierta. (Por ejemplo: ¿Cómo estás realmente con esto?)
- Guarda silencio por 30 segundos después de la respuesta. No completes, no afirmes, ni juzgues, solo escucha.
- Cuando respondas, empieza con algo como: “Lo que entiendo de lo que me dices es…”
Para que el otro sepa que su palabra no se perdió en el aire.
- Al finalizar, pregúntate:
- ¿Qué descubrí que no sabía?
- ¿Cómo me hizo sentir quedarme en silencio?
- ¿Qué cambió en la relación o en la reacción de la otra persona?
Haz esto tres veces en una semana. Y observa qué empieza a pasar y no olvides contarme el resultado, me encanta leerte.
¿Y si empezamos a escuchar con todo el cuerpo?
Porque escuchar no es solo con los oídos, es emplear los cinco sentidos, hacerlo con la mirada, con el gesto, con la pausa. Es ver al otro y decirle, sin palabras: “aquí estoy, dispuesto a recibirte.”
Otto Scharmer, creador de la Teoría U, lo dice con claridad: “La calidad de los resultados que obtenemos está directamente relacionada con la calidad de la escucha que ejercemos.” Eso aplica a todo: relaciones, equipos, comunidades, proyectos.
La pregunta es: ¿qué calidad tiene hoy tu escucha? , toma el tiempo necesario para responder porque la palabra que transforma empieza por el silencio que la precede.
Vivimos saturados de ruido, no solo externo. Tenemos el nuestro: urgencias, ansiedad, certezas que no se tocan y mientras más ruido, menos escucha, más distancia, más confusión, más soledad disfrazada de eficiencia.
Pero tú puedes hacer algo distinto, decidir que tu próximo acto de liderazgo no sea una frase brillante, sino un silencio lleno de presencia.
Esto es algo que me sirve repetirme y lo dejo en tus manos por si lo ves necesario: Escuchar no es ceder, es confiar, no es desaparecer, es permitir que el otro aparezca.
Porque sí, hay una forma de liderazgo que empieza con el oído, no con la voz y esta es la que te ayudará a dejar huella.
Te dejo con esta pregunta para que lleves todo esto a la acción hoy ¿A quién necesitas escuchar mejor, aunque eso te incomode? Hazlo y cuéntame qué cambió después.
Un abrazo